Image Hosted by ImageShack.us

domingo, diciembre 25, 2005

Empachadas Navidades

Rituales. Toda la vida está compuesta de rituales. El más placentero es el comer, desde mi punto de vista. El más pecaminoso, obsceno, erótico y lúdico es el comer navideño. Cuéntoles.

No se ustedes y sus respectivas tradiciones, pero aquí en mi casa solemos comer mucho la mayor parte del año, y en fin de año la cosa se pone candente. Imagine el caro lector que llegamos a los navideños tiempos y en el congelador ya vive un sendo pavote (que yo más bien, por el tamaño, creo que era una ternera) que será degustado con poca gracia y fineza por los cinco miembros de esta H. Familia Chueca. La tortura gastronómica. Durante máomeno una semana, cada que abríamos el congelador, podíamos comprobar como Pavlov y sus experimentos sobre el reflejo condicionado tenían razón.

El pavo no viviría ahí por siempre, así que ayer fue pasado religiosamente a cuchillo, rellenado y horneado cual debe, fue acompañado por una deliciosa guarnición de sopa de galleta (receta que luego les pasaré, tienen que probarla) y papas en crema de chile poblano. Para que todo esto resbalara, un poco de vino blanco, y el postre fue gelatina de café (descafeinado, bleh) y buñuelos a morir.

La cena empezó a las 22:45 del 24 de diciembre...a las 00:15 del 25 estaba apenas levantándome de la mesa. Y no señores, no hubo remesa. Todo fue un constante comer que pa que les cuento. Básteles saber que para llegar a mi cuarto después de la cena y todo eso, no me fui caminando, sino rodando y, en algunos tramos, rebotando.

Esta curiosa situación, afortunadamente, se repitió todavía hoy con el recalentado. Esas tortas de pavo estaban buenísimas carajo. Y los buñuelos. Y la gelatina. Y las papas que quedaron de anoche. ¡Madre! Si sigo tragando como lo estoy haciendo, el viejo propósito de año nuevo de "ahora si bajar de paso" tomará más sentido que nunca.

Espero que hayan tenido ustedes, caros lectores, una Navidad igual de deliciosa que la mía. Pásenla chabacano y háganle espacio al recalentado y a la cena de Año Nuevo, que promete ponerse igual de salvaje.