Polvos de la Prepa 12
Considero que soy una persona con ciclos perfectamente definidos. Cuando termina uno, decido desligarme por completo de las personas que lo conformaron y las situaciones que con ellas viví. Es por ello que no suelo frecuentar a mis ex compañeros de la secundaria o la preparatoria, sobretodo a estos últimos, que muy seguido se juntan a pachanguear.
Pero bueno, no puedo ser un ente antisocial todo el tiempo. Así que cuando me llamó La Polla (a) Liz para invitarme a una reunión a la que estaba convocado todo nuestro grupo de la preparatoria, no lo pensé dos veces y le dije que ahí estaría. ¿Por qué de repente el cambio de actitud? Bueh, permítanme una línea cursi: tenía legítimas ganas de verlos a todos, de rememorar el viejo desmadre.
Me encomendaron contactar a mi viejo y gran amigo Juan Carlos Camorlinga, de quien nadie sabía nada (o al menos no mucho) desde que nos graduamos. Yo tampoco sabía nada de él, vamos, tenía casi dos años sin verlo o hablarle. Y pues le hablé el viernes pasado, y helo ahí, con la misma voz desenfadada de siempre. Lo saludé, le dije quien era, y el buen Camorlinga se deschongó en efusividad. Después de un rato de charla, quedó de pasar por mi para irnos al lugar del encuentro, la casa del Coco (a) Ramsés.
Segunda línea cursi de este post: estaba algo nervioso y emocionado. Eso de reencontrarme con gente nunca ha sido algo que se me de con harta facilidad, pero me daba un no-sé-que en la panza que me ponía de buenas. Total que a eso de las ocho de la noche una figura perfectamente flaca y escurridiza se apersona en mi puerta: era Juan Carlos Camorlinga, igualito a como lo había dejado hace dos años. Ese sería el primer encuentro efusivo de muchos que se darían esa noche.
Nos trepamos a su carro (un Tsuru no tan mal cuidado) y enfilamos a donde la reunión. Al llegar, todo fue abrazos, saludos, besos y palabras bonitas. Siempre he pensado que cuando convives tanto tiempo con las mismas personas todos los días acabas formando un pequeño odio velado que no te permite disfrutarlas a plenitud sino hasta que se dejan de ver por largas temporadas. Es así que las relaciones se vuelven protocolarias, y es necesario (más allá de lo legítimo o no de los sentimientos) comportarse amable y buena onda con el interfecto al que tienes tiempo sin ver. Como quiera que sea, ahí estaban los viejos rostros de la prepa: El Wero, Beto Padilla, La Polla, Nancy, La China, El Coco, Portero, Abundis, Daniel, Maye, El Jona, Bianka, Vivis, Beto García, Ale, Jeny, Marlene...todos igualitos. No presentaban mayores modificaciones físicas, si acaso las mujeres que tenían tintes de cabello que aun hoy me parecen indecibles, pero de ahí en fuera, todos están tal y como los dejé cuando egresamos de la prepa.
Las modificaciones más significativas estaban en un plano más simbólico. Los entes antisociales del salón (de quienes me ahorro sus nombres para no herir suceptibilidades virtuales), de buenas a primeras, ya tienen respectiva pareja (lo cual por cierto nos hizo sentir un poco mal a Camorlinga y a mi, los que supuestamente habíamos salido de la prepa con novia estable). Cada compañero está bien metido en su gremio, y se hace notar en buena medida: los doctores con los doctores, los informáticos con los suyos, y los mixtos acá de este lado. Esto del gremio también se ver en lo que comunmente se llama "facha": los doctores perfectamente vestidos, boleados y peniados, los ingenieros un tanto descuidados pero sin perder el estilo, el mercadólogo vestido de pies a cabeza con ropa de marca, el sociólogo con el cabello largo y la barba*. Cambiaron, en buena medida, los gustos etílicos: no hubo cerveza en toda la noche**. En vez de eso, había Martell VSOP.
Fuera de todo esto, de lo que nos hace diferentes ahora y antes, seguimos siendo la misma pachanga echada a perder: a veces irónicos, irreverentes, desmadrosos, bailarines, ruidosos. Si, definitivamente era mi antiguo grupo, el C, en la ya mero destartalada prepa 12.
De izquiera a derecha: Juan Carlos Camorlinga (mercadólogo), Adair "El Wero" Hurtado (ingeniero químico), su sociológico-pedagógico maese Don Arturo y Beto Padilla (ingeniero en informática)
(...)
*Como pueden notar, no dejo de hacer observaciones etnográficas ni en Navidad.
**¡Y no saben como sufrí! Yo que vengo de un contexto académico en donde la cerveza es sínonimo de inspiración cuasi divina, ¡y me encuentro con Martell! No me lo tomen a mal, esa madre es riquísima, pero pues les digo...ya me malacostumbré.
0 Comments:
Publicar un comentario
<< Home