Image Hosted by ImageShack.us

viernes, octubre 25, 2002

Noches de Guadalajara
No es fácil distinguir cuando el cielo de la noche está nublado. Solo un efímero relámpago dibuja las brumosas siluetas de las nubes que amenazan lluvia y que están aquí gracias a un inoportuno huracán. Esta noche me he dispuesto a salir, ya me enfundé mi vieja chamarra amarilla con azul (para que me vean los coches y los peatones también), eché a la bolsa mis siempre fieles Marlboro rojos, una cajita de cerillos con el signo de Cáncer y su pronóstico para los siguientes días y he traido mi alma y mi mente para que me acompañen.
Guadalajara es hermosa, pero no deja de ser una urbe demasiado urbana para mi. Afortunadamente el lugar donde yo vivo está aislado del bullicio urbano, las calles siguen empedradas y las señoras siguen sacando sus mecedoras al filo de las 5 de la tarde a ver el sol caer. Ya a esta hora ya no hay mecedoras. Únicamente penumbra en toda la extensión y algunas lámparas del alumbrado público iluminando mis desatinados pasos.
No hay gran cosa que ver, las casas están en aparente calma y pareciera que soy el único en la calle. Un gato huye de la luz y se esconde en la espesura de la noche. Sigo caminando, con mis zapatos beige cubriendo mis pies y con el viento soplando en mi contra. Me encanta sentir el viento en la cara, sentir que mi cabello vuela libre y tener que tornear los ojos para que el polvo no entre a ellos. Los súbitos relámpagos siguen iluminando la noche y con ellos surgen destellos dentro de mi cabeza.
No puedo olvidar tantas cosas...tan no puedo que a veces pienso que en realidad no quiero olvidarlas. Son tribulaciones viejas y tribulaciones recientes, son hallazgos desenterrados del olvido e ideales de reciente adquisición. Ayer me sacaron a palabras escritas en un frágil papel el recuerdo de mi niña Éricka, la que el viento se llevó más allá de donde van todos los sueños. Se presentó amable, sonriente...como siempre cariñosa. No dejaba de verme ni de sonreir. Me regañó por ser un necio, por haber sufrido tanto, por no atender sus deseos...con un relámpago Éricka desapareció, como los espíritus que acosaban a Scrooge aquella noche de Navidad. Cuando más la quería yo ver, se fue entre las nubes y se internó en el cielo.
Detuve mi caminata un momento debajo de la cornisa de una casa verde, un árbol me protegía del viento. Saqué un recuerdo marca Marlboro y lo encendí. Con cada fumada que le pegaba venían a mi los recuerdos más nuevos, los más frescos, los que me han quitado el sueño por dos noches seguidas y que han perturbado mis mañanas por el mismo número de días. Y se reveló su cuerpo ante mi...su cuerpo frágil, sedoso, sedante y seductor. Su cuerpo de curvas suaves y bien delineadas, cuerpo que incita a la tentación, que invade los deseos, que desboca la pasión. Su cuerpo que moreno y desnudo se mostraba ante mí, que soy un ingenuo de la vida y del amor, que no entiende de pasiones o deseos. Pero eso es falso, Arturo. Ella sabe que tu escondes debajo de tus anteojos el verdadero fuego de pasiones y desenfrenos que te dedicas a esconder. Tu sentiste su deseo y ella sintió el tuyo, no puedes huir a él. Sonrío. Cuanta razón hay en eso. Absorbo el humo de mi cigarro y sonrío más profundamente. Siento el suave elixir de la Victoria en cada pestañeo que doy. Por que el cuerpo que se revela ante mi no me es ajeno, es sutil y misterioso, si, pero es parte de mi vida y de mis recuerdos más recientes. Es parte de mi ser.
El ladrido de un perro desvanece su cuerpo...ya saben...su cuerpo moreno y desnudo, que corporeamente se ve mejor que en ese falso holograma, pero que aún así me trae a la mente los recuerdos de esa tarde. Pero insisto, el cuerpo se desvaneció como el humo del cigarro que ya se consumió. Sigo la marcha...sigo la marcha.
Tras unos pocos pasos se apersona ante mí la sombra de mi pasado, que como un rayo asesino parte en dos mi mi existencia, y con su luz cegadora me indica los caminos que puedo tomar. No hay muchas alternativas: el olvido o la existencia. Olvidar todo lo que me ha forjado, o existir sobrellevando mis errores, mis mentiras, mis defectos, mis oscuridades. Hay que pensarlo bien. Mi psiquiatra dice que las decisiones no son lo mío. Totalmente verdadero. Hagamos una excepeción. Empiezo a caminar firmemente hacia la bifurcación de los caminos y entonces...entonces la fuerza de un suspiro me lleva de vuelta a mi casa, con las mismas tribulaciones con las que salí de ellas. Me hallé de nuevo frente al 173, me hallé de nuevo preguntándome si en realidad estaba nublado, si los cuerpos fueron reales o solo obra de la precipitación. Un relámpago muy fugaz me lo dijo todo de nuevo. No había olvidado, no había retrocedido. Tan solo había pensado y dejado pasar un poco el tiempo.
Ya no hubo mucho que pensar, los ruidos urbanos a pesar de ser pocos empiezan a abrumarme, eso y el constante rugido amenazante de la lluvia. A lo lejos el motor de un viejo camión del transporte público resuena...en mi mente el eco de las voces de mi pasado, de los cuerpos de mi presente y de la lluvia de mi futuro inundan la extensión.
Hay que ver el reloj, ya es tarde. Sigo parado afuera del 173. Guadalajara debe dormir ya, quizás deba intentarlo yo también y abandonar a las farolas y a los gatos que huyen de ellas. Quizás deba intentarlo yo también. Quizás deba envolverme en el manto de la duda y preguntarme que será mañana en la noche. Quizás sea mejor meterme de una vez, antes de que la lluvia empieze.
Un momento de nostalgia a las 8:35 de la noche, cuando es Jueves y amenaza lluvia