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viernes, octubre 18, 2002

Huelo a Nuez
Esto pasó ayer, pero aun hoy resiento las consecuencias de tan bochornoso acto. Como es mi costumbre, entre clase y clase fui a visitar a mi dulce y tierna Shanny a su aula de clases. Debía estar en la clase de Fisiología. Ahí voy...hecho la mocha. Llego al aula y la Shanny brilla por su ausencia. Me encuentro con uno de sus compañeros, buen amigo mío, "está allá afuera en el Jardín" "órale, chido mi buen". Córrele a las jardineras, faltan 5 minutos para tu clase don Arturo...tienes que correr.
Y llegué...y me paré. Alzé la vista y por ningún lado se veía la ínfima criaturita. Ahí me tienen, como soldado de la guardia real (ya saben, de esos que tienen unos somberotototes y que cuidan a HM The Queen), no me moví de ahí...ni siquiera chistaba. Estuve parado tanto tiempo que los del Ayuntamiento ya me iban a caer con el recibo del predial por el uso del suelo. No era para menos, mi dulce consorte no se había aparecido en mi vista en toda la mañana.
De repente don Arturo voltea a su relog Longiness que costaba 500 pesos pero, como soy buen regateador, me lo dejaron en 200, y se da cuento de la hora: 11 y 15 minutos. ¡Hacía 15 minutos debía de haber estado en mi aula para Teoría de la Investigación! Y córrele como alma que se lleva el chamuco...me di un trancazazo contra un profe y ni perdón dije.Ya me iba apareciendo en el salón cuando veo que no hay nadie en el pasillo. El que no haya nadie en el pasillo solo indica dos cosas: que no haya habido clase o que ya estuvieran adentro. Me incliné por la segunda y apreté la marcha.
Nunca debí apretar la marcha.
Iba corriendo, verdaderamente iba corriendo. Dí la vuelta para entrar al salón...y ahí estaba. Ella, con su inenarrable "licuado de yogurth" en la mano y su cara de beoda. Nunca le hablo, y ahora me dio más razones para no hablarle. Cuando la vi no pensé, ahora que pienso caigo en la conclusión de la maestra no había llegado, sino el "licuado de yogurth" (que cosa tan más aberrante) no habría estado en su mano. Y como dije...nunca debí apretar la marcha. Me fallaron los frenos...intenté esquivarla por la derecha. Mala elección. ¡PUM! El hombrazo típico del que lleva prisa...¡SPLASH! ¡El re-cabrón licuado de yogurth volcándose sobre mi camisa azul marino! ¡AHHHH NO ME JODAN! El grito que don Arturo profirió tras la hecatombe. ¡CHIN! El grito anodino que soltó la beoda anteriormente mencionada.
...y entonces, el silencio...
Evalué los daños...tenía una mancha nada uniforme en mi costado izquierdo y en la bolsa de la camisa. Estaba que echaba humo, pero no lo hice. Estiré los músculos de mi cara, y saqué mi mejor sonrisa. "Ahhhhh no tengas cuidado m'hija...eso me pasa por carrereado". Me ofreció su mugroso klinex para limpiarme. Inútil. Saqué mi arseal de pañuelos para la nariz (traigo de todos, desde viles paliacates hasta pañuelos desechables de última generación) y a darle con el engorroso trámite de limpiarme.
Toda la maldita clase estuve frustrado: frustrado por no ver a Shanny, frustrado por que me sentía todo pegostioso, frustrado por que estaba humeda la mancha...y lo peor...¡frustrado por que olía a nuez!
¿Dónde en la tierra hacen "licuado de yogurth" con nueces? Solo en las retorcidas mentes ejecutivas de Danone se puede concebir tal aberración. Y yo vine a sufrir sus estragos. Las nueces me encantan, siempre he dicho que tienen efectos afrodisiacos y que son tremendas para dar el toque final en una buena comida...pero ayer y hoy las odio con total razón. Encima de que echaron a perder la impecabilidad de mi camisa, el maldito olor de las nueces me persigió todo el día. Cuando por fin veo a la Shanny lo primero que resaltó a su ya de por si sensible olfato fue el olor a nueces. "¿Y 'ora tu?" "Me acabo de revolcar en un cuenco de nueces con los ositos cariñositos, amor mío". Puro sarcasmo, sarcasmo puro.
Y así fue hasta que me bañé...por fin me deshice del hedor...ohhh si. Fue refrescante el olor a zabila y a manzanilla de las múltiples chucherías que me pongo en el cabello y en el cuerpo.
Pero, oh, craso error.
Tengo la maldita costumbre de que, así este perfectamente sucia una camisa, dejarla en el respaldo de la silla de la PC. Ayer no fue la excepción, lo hice, y entonces entra la Cancillería a relucir en este tregi-cómico relato.
Siempre atenta, mi Teddy Roosvelt al cuadrado tomó mi camisa (ignorando monumentalmente el olor a nuez), la puso en un gancho...¡y la metió a mi closet con toda mi ropa limpia y planchada! ¡Horror! Cuando hoy por la mañana abro el closet me da el tufazo a nueces procesadas pero en pleno. Saqué de inmediato la camisa del delito...pero fue demasiado tarde...ya toda mi ropa limpia había quedado hedorizada. Mis trajes: hedorizados, mis mejores jeans: hedorizados, camisas playeras: hedorizadas y al doble. ¡Chintrola! Lo único que se salvó fueron los calcetines y los boxers.
Hoy viajeros míos, cuando llevo puesta una playera de la UdeG blanca con jeans y tenis negros, y al menos por una semana mas, oleré, y mucho, a nuez. Seguiré informando en mi odorífero estado.