Jóvenes cretinos
Pido disculpas de antemano a la UNICEF, a la Asociación Mexicana de Pediatria, a los canales Cartoon Network y Nickelodeon, a Tatiana y a Michael Jackson, pero es que esos seres que son la razón de sus existencias, los niños, me han resultado de lo más chocantes (que no crocantes) últimamente. Esa edad humana entre los 4 años (cuando dejas de ser bebé) y los 14 (cuando empiezas a ser adolescente) se ha mostrado especialmente conflictiva conmigo. El sector enano de la población nacional se ha levantado en armas contra mi, me han acorralado en mi Choza Chueca y han prometido que si salgo al patio de mi casa que si es particular me degollarán, usarán mi cabeza para jugar primero changai y luego metegol, para después empalarla en el asta bandera de la institución penitenciara (vulgo "escuela") que suelen frecuentar por las mañanas, dicen, con el afán de aprender.
Bueno, la cosa no está tan gruesa, pero ya alcanza a incomodar.
Quizás mis traumas tengan que ver con el hecho de que hay quien dice que no tuve infancia. Mi trauma, específicamente, no es que no haya tenido infancia, por que si la tuve. Lo que me marca y me molesta es que digan que no tuve infancia y que por tanto se infiera que soy una versión con más cabello y menos arrugas del señor Scrooge versión antipediátrica.
Esta imagen tan peculiar la han venido construyendo a lo largo de los meses los niños de la cuadra, quienes suelen padecer mi presencia en vacaciones. O más bien, yo padezco la presencia de ellos en mi cuadra. Como sea, el caso es que yo soy el ogro del 173 que no les avienta la pelota por ojete, que va a sus casas a pedirles que le bajen al volumen del estéreo que está tan alto que si ocurriera el holocausto nuclear al menos no lo escucharía y que, encima de todo esto, suele salir a atacar con escoba en mano a todo aquel ente que no pueda acreditar oficialmente ser mayor de 15 años.
Resulta curiosa la manera en que la cuadra se ha venido a repoblar de niños, desde que los de mi generación crecimos, no había habido niños, de plano. Los meses de vacaciones toda la cuadra era un desierto. Hace apenas un tiempo se volvieron a poblar las calles, pero las costumbres fueron distintas. Todavía juegan pelota o muñecas o esas cosas...pero ahora a la tierna infancia que vive por estos rumbos se le han ocurrido nuevas ocupaciones vespertinas, tales como las "tardeadas": sesiones con el estéreo a todo volumen en las que se escuchan hasta el cansancio a Los Nietos, Lupillo Rivera, Usher, Sean Paul y Mago de Oz, y ya...es toda la música que tienen. Fácil ya han de ser 5 meses con la misma rotación musical. Y mientras oyen su música, se ponen a hacer una serie de actividades que en mis tiempos eran impensables, como mandar mensajitos por celular, maquillarse y arreglarse bien (no en juego), hablar con lenguajes poco apropiados y en donde el "wey" y el "baboso/a" son muletillas obligadas y un etcétera que se extiende más allá de lo que a mi me gustaría.
Me es difícil comprender en donde estuvo el cambio. No hace ni diez años cuando yo tenía las edades de mis vecinitos y quizás si hacíamos desmadre y despapaye, pero no teníamos tanta pretención ni "pose". Digo, recuerdo que nos podíamos pasar toda la tarde jugando metegol, o en nuestras infancias más tempranas, cochecitos o soldaditos o pistolitas y cosas por el estilo. El primer "chingado" lo anduvimos profiriendo hasta la secundaria (y aquí alguinos dirán con cierta sonrisilla malevola que éramos una bola de fresas). Las niñas jugaban al bebeleche y a las muñecas, no sé...eran otras costumbres y otros modos.
Supongo que me toca comprender los nuevos modos de la infancia y recordar con nostalgia, como todos, los modos de la mía, y esperar a que me siga acordando de ella para darle a mis eventuales hijos recuerdos que formen infancias felices y sanas.
Si es que tengo hijos...por que al paso que van, los enanos van a lograr que odie a todo su gremio.
1 Comments:
Y espera a que crezcan un poco más para extrañarlos de niños. Cuando lleguen a las 3 de la mañana con música a todo volumen, o que tengan fiestas de toda la noche, o peor que ya ni puedas entrar a tu cuadra por miedo a que te roben.
No hay como la infancia.
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