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viernes, marzo 17, 2006

Hace tres años

Hace 3 años, más o menos a estas horas, estaba cenando tacos de bisteck y de chorizo con mi tía Araceli, en el puesto de Don Beto. Acabábamos de regresar del lugar en donde se estaba velando a mi abuelita, Doña Julia. A mi tía siempre le había gustado llegar a cenar a ese puesto. Cada que venía de Aguascalientes, era de ley que al menos una noche tenía que caerle al puesto y ponerse la empacada de su vida. Esa noche no fue la excepción, ella pidió 8 tacos, si mal no recuerdo. Yo solo 3, no tenía nada de hambre.

Después de la escala gastronómica, tía y sobrino prosiguieron hasta la casa del segundo. Veníamos muy callados, como que aun sin creer que Doña Julia había muerto. Abrí la puerta, entré al baño, ella se lavó los dientes y nos sentamos un momento en la sala. Después de otro rato en silencio, agarró su bolsa, sacó una cajetilla de cigarros y un encendedor y salió al patio. Yo fui tras de ella y le pedí uno. Eran Viceroy rojos. Entre humo y cenizas empezamos a recordar a mi abuela: sus risas, sus gestos, sus canciones, su fino sentido del humor. También hablamos de lo increíble que parecía su ausencia.

Se terminó su cigarro y se metió a la casa ya a dormir. Yo le pedí otro, me iba a quedar un rato afuera. Al final me dejó la cajetilla entera. No sé cuantos más me fumé esa noche. Me metí hasta bien entrada la madrugada. Estuve pensando mucho, en todo lo que le había dicho a Doña Julia en su lecho de muerte (que fue en la re puta sala de emergencias del hospital del ISSSTE) y del miedo que me daba pensar que ya no iba a estar ahí. Miraba al cielo...luego al suelo...luego al cigarro.

Pensaba en ratos que era un cobarde por que no me quise quedar en el velatorio, en otros tantos pensaba que había sido muy sensato de mi parte el haberme ido: necesitaba descansar, llevaba varias noches en vela cuidando a mi abuelita. Además pensaba que ahí, en ese cajón, no estaba mi abuela en verdad. Se veía como Doña Julia, pero no era ella. Le faltaba el brillo de sus chapetes y el jugueteo de sus ojos verdes.

Creo que eran las dos o tres de la mañana cuando me metí. Hacía mucho viento y ya no aguantaba el frío. Me puse la pijama y me metí a la cama...pensando que a la mañana siguiente vería por última vez el rostro de alguien que, en vida, fue mi abuela...mi muy querida abuela.